Madrid
No hace mucho estuve de viaje en Madrid. Allí viví experiencias maravillosas, como cuando tenía ante mí el cuadro "El triunfo de la muerte" y me daba la vuelta y me encontraba ante "El jardín de las delicias". También disfruté mucho junto a mi dama visitando El Escorial, con su impresionante biblioteca en cuyos frescos se citan las alegorías y los héroes de las distintas artes; en el conjunto monumental de Cuelgamuros, con su inusitada grandeza para esta época desencantada; el museo Sorolla, oasis de romanticismo en pleno Madrid ruidoso; la armería real, donde ví las armaduras originales que en buena parte construyeron y configuraron España, como la cimera del escudo de Valencia o las espadas cuyas réplicas se pueden encontrar en cualquier cuchillería: del Cid, de Carlos V, de los Reyes Católicos... Volviendo al Prado, me transportaba a otro mundo de belleza cuando examinaba la proporción áurea de la luz de Velázquez, o cuando sumergía mis sentidos en esos Adán y Eva de Durero, mezcla de clasicismo grecorromano y arquetipos germánicos.
Remar en el Retiro también me gustó mucho. Nos divertimos, nos ejercitamos, disfrutamos de las nubes que surcaban el cielo y nos refrescamos.
Y sin embargo sigue siendo una ciudad grande y deshumanizada.
Remar en el Retiro también me gustó mucho. Nos divertimos, nos ejercitamos, disfrutamos de las nubes que surcaban el cielo y nos refrescamos.
Y sin embargo sigue siendo una ciudad grande y deshumanizada.